Editorial

Emergencia por lluvias: ¿puede mejorar la respuesta?

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El frente lluvioso de la semana pasada fue el más intenso en 13 años y dejó decenas de miles de damnificados en el centro-sur del país, además de tres personas fallecidas. Más allá del carácter excepcional de este evento climático, no cabe menospreciar la posibilidad de que lluvias así -al igual que los incendios forestales en la temporada de verano- se vuelvan cada vez más graves y recurrentes en el futuro, a medida que el calentamiento global genera condiciones para ello, como parece estarse viendo en otras partes del mundo.

Constatarlo no implica suscribir diagnósticos catastrofistas, sino más bien abrirse a la evidencia de que este tipo de sucesos climáticos “fuera de norma” deben pasar a integrar de manera permanente los cálculos de política pública de los gobiernos, y no sólo en el ámbito del manejo de emergencias.

Como en otras ocasiones, el elevado costo económico y humano ha dado pie a duras críticas por la falta de previsión de las autoridades, algunas sin duda justificadas, otras por completo destempladas. Algunas de esas críticas han apuntado al rédito político inmediato, otras a la recompensa del rating. En ambos casos, sin embargo, más a allá de canalizar -directa o indirectamente- una entendible tristeza y frustración por el doloroso impacto en miles de personas, muchas de esas reacciones indignadas sólo alimentan -y se diluyen- en la “cámara de eco” de las redes sociales y las audiencias cautivas, sin aportar a soluciones de fondo para el problema.

Esas soluciones son a la vez institucionales y políticas. Así, hay indicios de que el nuevo sistema que remplaza a la Onemi desde este año -el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred)- partió con relativo buen pie, como también señales de que la institución de los delegados presidenciales supone un nivel adicional de complejidad burocrática del cual, muy probablemente, podría prescindirse en aras de la agilidad y la efectividad para enfrentar emergencias.

Si bien es obvio que la naturaleza no deja de sorprender, lo es también que hay espacios para mejorar la respuesta ante estas situaciones. La próxima temporada veraniega brindará ocasión de evaluar hasta qué punto el Estado aprende lecciones en estas materias.

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